El Ethos de un toxicómano.
por Vladimir García Radilla

 

El Ethos de un toxicómano.

Vladimir García Radilla*

En otro lugar (García, 2020) he propuesto que la salida del consumo enloquecido de drogas (Toxicomanía) ha de ser ética. No hablo de curación porque no hay un concepto incuestionable de lo que eso signifque, pero sí hay una salida que cada consumidor ha de encontrar. La lectura que ahí mismo he propuesto señala una diferencia fenomenológica de los consumidores de drogas: entre el uso de una sustancia como anestésico, como somnífero o estimulante que permite permanecer en el tren de la vida cotidiana y el uso de una sustancia en tanto objeto único en torno del cual gira la vida. Es decir, como lenitivo para sobrellevar la existencia o como objeto de una manía.

Un testimonio bastante ilustrativo en este sentido, es el del escritor William S. Burroughs. Quien al rederdor de 1956, mientras vivía en Tánger, no hacía otra cosa más que consumir heroína… y escribir como un poseído algunas notas que a la postre se convertirían en su novela El almuerzo desnudo.

En el prólogo de su primera novela, Yonqui, hace esta formulación de la cual quiero hacer algunas puntualizaciones para una lectura de lo escrito por Burroughs, en tanto le conduce a una salida de su locura:

He experimentado la agonizante privación de la enfermedad de la droga, y el placer del alivio cuando las células sedientas de droga beben de la aguja. Quizá todo placer sea alivio. Yo he aprendido el estoicismo celular que la droga enseña al que la usa. He visto una celda llena de yonquis enfermos, silenciosos e inmóviles, en aislada miseria. Ellos conocían la inutilidad de quejarse o moverse. Ellos sabían que básicamente nadie puede ayudar a otro. No existe clave, no hay secreto que el otro tenga y que pueda comunicar. He aprendido la ecuación de la droga. La droga no es, como el alcohol o la yerba, un medio para incrementar el disfrute de la vida. La droga no es un estimulante. Es un modo de vivir. (Burroughs, 1980, 8-9).

La droga no es como el alcohol o la yerba -dice Burroughs-, un medio para incrementar el disfrute de la vida. La droga no es un estimulante. Es un modo de vivir.

Es un modo de vivir, un comportarse en la vida, una manera de actuar; es decir un Ethos. Esta manera de actuar es llamada por Burroughs el “estoicismo celular”. Eso que Burroughs llama estoicismo comprende:

La inutilidad de quejarse o moverse

Nadie puede ayudar a otro

No existe clave, no hay secreto que el otro tenga y que pueda comunicar

Su estoicismo, a mí me ha parecido más ligado al hedonismo, inclusive porque su enganche con la droga se produce por encontrar “seguridad”. Y previo a la enunciación de sus aprendizajes, afirma: “He experimentado la agonizante privación de la enfermedad de la droga, y el placer del alivio cuando las células sedientas de droga beben de la aguja. Quizá todo placer sea alivio.” Sólo después de la tensión producida por la carencia, el alivio emerge como placer.

En el fondo, hay una preeminencia del placer que los estoicos no priorizan sino como privación tendiente al bien moral. Burroughs se aproxima más al epicureísmo en el sentido de que, como lo señala Pierre Hadot, “[…] en este caso, la curación implica liberar al alma de las preocupaciones vitales y de este modo recuperar la alegría por el simple hecho de existir. El sufrimiento de los hombres proviene de su temor ante cosas que no deben temerse y de su deseo de cosas que no es preciso desear, y que les son por lo demás negadas. De esta forma su existencia se consume en el desconcierto producido por sus temores injustificados y sus deseos insatisfechos. Se encuentran así privados del único y auténtico placer, el placer de ser.”, “[…] y para que surja el bienestar por el mero hecho de existir: «La carne grita: “no tener hambre”, “no tener sed”, “no tener frío”. Quien goce de este estado y de la simple esperanza de gozar puede rivalizar en felicidad con el propio Zeus».”. (Hadot, 2006, p. 31).

Conformidad con lo más necesario, con las exigencias del cuerpo, que la droga también pone entre paréntesis, junto a ello una desestimación de lo que está fuera del alcance. Justo porque el cuerpo irrumpe para mostrar que algo falta, que no es sólo la necesidad sino el deseo al que los epicuros pretenden renunciar. El hedonismo restringe pues la felicidad al cumplimiento de lo “natural necesario”, reducir al cuerpo al grado cero de la carencia.

Esta ética proviene de un goce, del paréntesis que la heroína introduce en el deseo y que la escritura bordea, de-limita. En ello encuentra Burroughs su salida como una asunción de lo que le concierne únicamente a él.

 

Referencias bibliográficas.

Burroaughs, W.S. (1980). Yonqui, España: Bruguera

(1997) El almuerzo desnudo, España: Anagrama

García R., V. (2020). Adicción y toxicomanías. Consideraciones preliminares, México: Trinchera

Hadot, P. (2006). Ejercicios espirituales y filosofía antigua, España: Siruela

*(Chilpancingo, Guerrero. 1967).

Psicoanalista. Miembro del Taller de Investigaciones Psicoanalíticas.

Licenciado en Psicología por

la BUAP, realizó maestría en Ciencias Médicas-

Teoría Psicoanalítica en la UPAEP y doctorado

en Filosofía por el Colegio de Morelos. Dedicado

a la clínica desde hace 25 años. Ha sido

terapeuta en instituciones públicas y privadas

en atención a mujeres, menores infractores y

adictos. Fue docente en la UAGro y coordinador

de Diplomados en Filosofía y Psicoanálisis.

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