«Producir una escritura. Joan la heroína de William Burroughs»
por Vladimir García Radilla - 28/10/2022 5:00 pm

Producir una escritura. Joan, la heroína de William S. Burroughs. Vladimir García Radilla Psicoanalista miembro del Taller de Investigaciones Psicoanalíticas El escritor Barry Miles, en su obra Call me Burroughs. A life, biografía de W. S. Burroughs, cuenta un acontecimiento entre el pequeño Bill y su padre que habrá de ser decisivo en su existencia, en su vivir; su única posibilidad de ser lo que fue. A diferencia de su madre Laura H. Lee, Mortimer, su padre, pasaba mucho tiempo con Bill. Cita Miles el testimonio de Ann, una amiguita de aquel tiempo de la escuela comunitaria a la que ambos asistían: “Nunca sentí que la sra. Burroughs fuese cálida. El sr. Burroughs, por otra parte, pasaba un tiempo considerable con Bill […] Alguien me dijo que el sr. Burroughs le daba a elegir a Bill cinco palabras nuevas cada día y luego colocarlas en frases hasta que estuvieran sólidamente en su vocabulario” (2013:28). A los 8 años, cuenta Miles, escribe “su primer libro”, un pequeño texto de 10 páginas que tituló La autobiografía de un lobo. Durante su adolescencia, de manera espontánea Burroughs escribe un diario íntimo. Había sido desde muy temprano un lector persistente. El desafortunado desenlace de la historia del romance con otro adolescente, William Rusell Fawcett -fueron descubiertos y Bill expulsado del colegio-, terminó también por inhibir sus incursiones en la escritura. Esto continúa hasta las dificultades para escribir su tesis de literatura inglesa en Harvard. La cercanía con sus amigos escritores, no obstante, lo hace permanecer en el ambiente literario, pero será otra necesidad más imperiosa la que lo sostenga en su intento por ser escritor. Que le resultara fastidioso escribir, no significa que no estuviera en su horizonte escribir novelas y hacerse de fama y dinero. Además, como lo cuenta en su introducción a Queer, durante su estancia en la Ciudad de México, hizo estudios de Antropología en el ColMex donde se tituló con una investigación sobre los Mayas (Antropología y arqueología). Incluso hasta la escritura de su primer testimonio novelado, Yonqui, la escritura es esencialmente su búsqueda. A pesar de las dificultades. Es así hasta el evento que marcó otro rumbo en su vida. En un apartado que titula “La atroz conslusión” -retomando la expresión del propio Burroughs- el editor de la versión conmemorativa del 25 aniversario, Oliver Harris, hace esta lectura del acontecimiento y su narración en la introducción a Queer: “El asesinato de Joan Vollmer ocupó, por razones obvias, un lugar preponderante en la leyenda de Burroughs y el círculo beat, pero la vinculación de esa muerte con su segunda novela no se produjo hasta 1985, a causa de unas líneas que están entre lo más citado de su obra: «el libro está motivado y formado por un acontecimiento que nunca se menciona, que de hecho se elude cuidadosamente: la muerte accidental por un disparo de mi mujer, Joan, en septiembre de 1951» y «Todo me lleva a la atroz conclusión de que jamás habría sido escritor sin la muerte de Joan». Más importantes aún por la reticencia de Burroughs a hablar con franqueza del episodio a pesar del paso del tiempo, esas líneas de su introducción a Queer de 1985 (…) ponen la novela en el centro de atención. Como informe traumático de lo real, su revelación también tuvo el perverso efecto de encuadrar el libro en un contexto tan sensacional que casi oscureció tanto la ficción como la realidad que le sirve de base.” (1985:11-12) Pero Harris omite un complemento importante de la conclusión, que alude a ese modo en que William S. Burroughs encuentra su cura: “[…] y a comprender hasta qué punto ese acontecimiento ha motivado y formulado mi escritura. Vivo con la amenaza constante de la posesión, y la necesidad constante de librarme de la posesión, del Control. De manera que la muerte de Joan me puso en contacto con el invasor, el Espíritu Feo, y me embarcó en una lucha de toda la vida, en la que no he tenido más remedio que buscar la salida escribiendo.” (1985:12). (Cursivas mías) La confesión es contundente, sin duda el shot es decisivo (dosis, disparo, oportunidad) y lo dispara a escribir Queer. Y le abre la ruta de la escritura en la que transita hacia la salida del laberinto. Una novela que no verá la luz hasta 33 años depués. Y de la que vemos cómo se refiere, el lugar que tiene en su vida y en su escritura: “Cuando empecé a escribir este texto para acompañar a Marica [Queer], me paralizó una fuerte resistencia, un bloqueo mental como una camisa de fuerza: «Miro el manuscrito de Marica y siento que sencillamente no puedo leerlo. Mi pasado fue un río envenenado del que uno tuvo la fortuna de escaparse y por el que uno se siente inmediatamente amenazado, años depués de los hechos relatados. Doloroso hasta el punto en que leerlo me resulta difícil, y no digamos escribir sobre él. Cada palabra y cada gesto ponen los pelos de punta». El motivo de esa resistencia se hace más evidente cuando me obligo a mirar: el libro está motivado y formado por un acontecimiento que nunca se menciona, que de hecho se elude cuidadosamente: la muerte accidental por un disparo de mi mujer, Joan, en septiembre de 1951.” (1985:10). El dolor que aún provoca, tantos años después, muestra lo entrañable de esa escritura que comienza ahí, en Queer. En otro momento, ya instalado como escritor, en una carta a Ginsber, citada por Harris, dice Burroughs refiriéndose al estilo de sus escritos: “«La escritura siempre debe ser un intento. La Cosa misma, el proceso en el nivel subverbal, siempre elude al escritor. Todavía no existe un medio adecuado para mí, a menos que lo invente.» El “espíritu feo” con el que esa muerte lo ha puesto en contacto con eso siniestro, ominoso, que elude al escritor y lo obliga a escribir. Así, con esta premisa desde una escritura que llamará “estilo libre”, inspirado en el jazz de músicos como Ch. Parker y M. Davis, inenta desde sus primeras obras dar su testimonio, rendir su informe en un “registro directo”, sin “relato”, “argumento” o “continuidad”. Es su invento. Comenta Oliver Harris: «En ese texto, el sueño en el que se le aparece a Lee el amenazante Buscador de Desaparecidos resume la persistente pesadilla del deseo en Burroughs, quien subraya su condición de poseído tanto por el deseo como por la escritura en una acotación en el manuscrito, donde dice que le ha venido a la cabeza “como si se lo dictaran”.» Estas amenzas invasivas por métodos sugestivos, telepáticos, están presentes en diferentes pasajes de El almuerzo desnudo, el capítulo de “El reconocimiento”, por ejemplo. Por otra parte, en su defensa, la droga, el opio, según el recuerdo de su infancia, le proporcionará tranquilidad: “Me acuerdo de oír a una sirvienta hablando del opio y de cómo fumar opio proporcionaba sueños agradables, y me dije: —Cuando sea mayor fumaré opio.” (1980:5) Y después, y a la par, la escritura y sus efectos sobre el autor. El shot de la Star .380 dispara, desde el Espíritu feo la cosa que multiplica el shot de la heroína, oportunidad para fabricarse un síntoma con los medios del padre, su père-versión. Las palabras nuevas, la palabra viva a la que aspiró, que dieron consistencia a su escritura; verdadera acotación de un goce invasivo que se le impone. En el decir de Burroughs “the live word”. La letra es el signo de la cosa, eso de lo que se puede hablar. Es lo que leemos en la sesión del 21 de enero de 1975, del seminario RSI de J. Lacan: “El padre debe intervenir excepcionalmente [no siempre, ni demasiado] para mantener en la represión, en el sujeto, medios, me-dios si me lo permiten, la versión que le es propia a su père-versión única garantía de su función de padre. La cual es la función del síntoma.” Referencias bibliográficas: Burroughs, W.S. (1980). Yonqui, España: Bruguera (1985) Queer, España: Anagrama (1997) El almuerzo desnudo, España: Anagrama Lacan, J. El seminario 1974-1975 R.S.I., versión crítica de Ricardo E. Rodríguez Miles, B. (2013). Call Me Burroughs. A life, New York: Twelve

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